Carta desde Olivia
02/06/2015
Y
estábamos allí. Abrazados. A nosotros y a nuestro miedo. Al miedo de ser dos
corazones rotos que se cosen el uno al otro y que no saben si más allá de ese
momento queda hilo.
Es
tan terrible amar a alguien así y sentir que no vais a poder seguir escribiendo
una historia común. Duele tanto dejarte ir cuando tu corazón quiere quedarse…
Pero
llega un momento en que no quedan palabras, no quedan gestos, las miradas
hablan solas y el nudo en la garganta es permanente. Un momento en el que sabes
que luchar ya no es una opción, porque no hay fuerzas, ni pasión. Y si no hay
pasión, no hay nada.
Nunca
antes, estando abrazada a alguien, había sentido un vacío tan profundo. Era
como si por muy fuerte que me agarrasen sus brazos, mi cuerpo no consiguiese
llenar el hueco que ellos dibujaban para mí.
De
repente, me sentí sola. Mi corazón se descosió por completo otra vez y tuve que
deshacer el nudo de la garganta con las palabras que me ahogaban: ‘no me quedan
fuerzas’.
Le
besé, me recogí como pude y me saqué de su habitación. Dejé las llaves encima
de la mesa y la ilusión de compartir mi vida con él también.
Y
una vez más, volví a mi vida. Sola. Aunque sé que no lo estoy, aunque sé que
estoy rodeada de gente con la que compartirla y disfrutarla. Pero en mi
corazón, estaba sola. Volví a mi ‘rutina’ del caos, de la ausencia de toda
rutina, de la inexistencia de horarios, del no parar para conseguir llenar
todos los huecos que él ocupaba antes, para no escuchar el silencio por miedo a
tener que escucharme a mí misma. Hasta que no pude más y me rompí por completo.
Y entonces llegaron muchos días de silencio empapado en lágrimas y ahogado en
gritos. Y entonces comprendí, otra vez, que sólo yo iba a sacarme de allí, que
sólo yo podía quererme más que nadie y que sólo a partir de ese momento,
encontraría la felicidad dentro de mí.
Así
que aquí estoy, escribiendo para no callar mis pensamientos aunque eso haga mi
herida más dolorosa, pero el dolor es bueno. Quiere decir que me estoy curando.
Olivia
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